Como aficionado al deporte llamado fútbol, uno agradece cuando el equipo que sigue no solo juega, sino compite con el corazón en la mano. Lo que vino este fin de semana en el Championship Stadium fue más que tres puntos: fue una muestra de orgullo, de querer agradar, de recordar quiénes somos y hacia dónde queremos ir.
Después de 19 jornadas, el ambiente ganador regresó a casa. El Orange County SC aplastó a Las Vegas Lights con un contundente 4-0 que no deja dudas ni espacios para excusas. Desde el minuto 1 hasta el 90, el equipo salió a morder, a presionar y a dominar, mostrando una presión alta constante que asfixió al rival y le impidió siquiera acomodarse en la cancha.
La cancha estaba en condiciones óptimas, la afición respondió con una gran entrada y, lo más importante, los jugadores se entregaron de principio a fin. El planteamiento de Danny Stones fue claro: intensidad total. El equipo recuperó balones en zona alta, forzó errores, metió la pierna fuerte cuando se tenía que hacer y no bajó el ritmo en ningún momento.
Los goles fueron un reflejo de ese dominio. Ethan Zubak abrió el marcador tras una jugada que nació en la presión adelantada. Doghman marcó el segundo con un disparo cruzado tras una buena combinación ofensiva. El tercero fue obra de War y N. Hegaet cerró la cuenta con una definición precisa en el último tramo del partido.
Pero más allá del resultado, lo verdaderamente importante fue la actitud. Se vio esa identidad futbolística que tanto se extraña en algunos partidos. El equipo supo conectar con la grada, transmitir energía y respetar el escudo que llevan en el pecho.
Por eso, la pregunta es directa y sin filtro: ¿¡Qué les cuesta!? ¿Qué les cuesta jugar siempre con estas ganas? ¿Qué les cuesta demostrar que esta camiseta se defiende cada minuto?
Porque cuando se quiere, se puede. Y cuando se puede, el fútbol vuelve a enamorar.
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